Beingolea y la última decadencia | Una respuesta sobre el campeonato de 1934

Dentro del mar de imprecisiones y posturas antojadizas de la prensa deportiva peruana respecto al título de 1934, solíamos encontrar pequeñas islas de cordura, sensatez y rigor académico, especialmente entre aquellos comunicadores que, en algún momento, huyeron valientemente de morbos y tendencias para centrarse en la investigación y el contenido histórico de calidad.

En Crónicas, Beingolea dejó claro qué club fue campeón en 1934.

Uno de esos casos —cada vez más raros— era el de Alberto Beingolea, quien, como recordarán, conducía el entrañable programa Crónicas, transmitido por Cable Mágico Deportes (o CMD, para los amigos). Un espacio que, tras el impacto de la inmediatez digital —como no podía ser de otra forma—, dejó de emitirse hace ya mucho tiempo, aunque nos legó una que otra joya documental en el camino.

Cuando Crónicas abordó el campeonato peruano de 1934, su repaso y conclusiones —como en cualquier análisis serio— no dejaron lugar a dudas: Alianza Lima es el legítimo campeón de aquel año y, por tanto, tetracampeón de la primera división peruana. Quedó así sobre la Federación Peruana de Fútbol el peso de una mentira histórica que hasta hoy se niega a enmendar.

Desde aquel acertado reportaje han pasado casi veinte años. Y cuando pensábamos que el tiempo no haría más que fortalecer la postura periodística —en realidad, académica— de Beingolea, nos encontramos con unas declaraciones suyas, bastante recientes, que dejaron mucho que desear. Declaraciones que, por la relevancia del interlocutor, vale la pena atender y responder.

Por Rubén Ravelo (@RuBenchoRavelo)

(Antes que nada, puedes escuchar las —lamentables— declaraciones de Beingolea aquí)

Debemos resaltar, en primer lugar, la calificación de “bizantina” que Beingolea le da a la SUPUESTA —y conviene subrayar esta palabra— discusión sobre el título de 1934 entre Alianza Lima y Universitario.

Señor Beingolea, huelga informarle que esa discusión a la que usted alude no existe.

En efecto, no hay ni ha habido una discusión oficial entre los clubes mencionados para determinar “quién es el verdadero dueño” de aquella condecoración. Alianza Lima nunca envió oficio alguno a la ‘U’ sobre el particular, y la ‘U’, por supuesto —y sabiendo que calladitos se ven más bonitos—, mucho menos.

La llamada “discusión” —que en realidad no lo es, pues una discusión supone dicho y réplica, y aquí nunca hubo réplica— sería, en todo caso, entre Alianza Lima y la Federación Peruana de Fútbol. Es, precisamente, ante esta instancia que el club victoriano acudió en 2013; y no —como algunos insisten en presentar— reclamando título alguno, sino solicitando que el palmarés público que por entonces la Federación mostraba en su web oficial fuera corregido para que coincidiera con el recuento histórico que Alianza conserva en sus registros.

Por tanto, señor Beingolea, y permítanos insistir: no existe ninguna discusión entre Alianza Lima y Universitario sobre este tema. Sabiendo que el título le pertenece, y con el respaldo histórico pertinente, Alianza solo ha pedido a la FPF que revise el dato en su página web.

Y si bien hasta ahora no hay respuesta formal —lo que dice mucho, como tantas veces se ha comentado, sobre el peso argumental del pedido aliancista—, es necesario mencionar que, desde entonces hasta hoy, la FPF ha optado por suprimir el palmarés del fútbol peruano de su sitio oficial.

En efecto: si alguien desea conocer a los campeones históricos del fútbol peruano, no podrá acudir a la fuente oficial digital. Tan informal como suena.

Esa es la Federación que usted, al reducir todo ello a una “bizantina discusión entre clubes”, termina defendiendo, aunque sea de manera indirecta.

Otra declaración que llama poderosamente la atención —sobre todo tratándose de alguien que condujo un programa sobre historia del fútbol peruano— es aquella en la que Beingolea afirma que, como se trata de algo ocurrido en 1934, y ni él ni nadie de la actualidad estuvo presente en esa época, aquel campeonato le importa “dos pepinos”.

Un pobre testimonio, propio quizá de algún streamer o “periodista de clickbait”, que incurre en dos falacias evidentes: la ad ignorantiam (como no hay testigos que nos digan qué pasó, entonces es irrelevante) y la cronológica (como ya pasó mucho tiempo, ya no importa).

De algunas “figuras” actuales podría esperarse semejante simplismo, ¿pero de Alberto Beingolea?

Refutar la idea de que un suceso histórico pierde relevancia por falta de testigos o por mera antigüedad es una tarea básica, pero necesaria. La historia —y en este caso, la historia deportiva— sigue teniendo efectos presentes: en los registros oficiales, en la identidad institucional y en la memoria colectiva.

Nadie, por ejemplo, llamaría “los íntimos de La Victoria” a Alianza si no fuera por los conocidos sucesos acontecidos a fines de los años veinte e inicios de los treinta, etapa en la que el primer equipo blanquiazul adoptó ese nombre. Nadie, por cerrar la idea, consideraría ídolo a ‘Lolo’ Fernández solo por haber visto personalmente todos sus goles. Y aun si existieran testigos vivos de tales hechos, ¿la relevancia de la historia depende íntegramente de la existencia de sus testigos?

Salta a la vista —de cualquier mente medianamente cuerda— la debilidad del “argumento” de Beingolea.

Por otro lado, la historia deportiva no sabe de caducidades: todo lo que vemos hoy en el fútbol —y en cualquier otra disciplina— es fruto de una cadena de acontecimientos que se enlazan desde los primeros tiempos hasta nuestros días. En pocas palabras, la antigüedad en el estudio de la historia no es una adversidad, sino una virtud. Dicho sea de paso, esto es algo que hasta un estudiante de primaria podría entender. Resulta un poco triste, permítasenos la confesión, tener que recordárselo a un “hombre de fútbol” con casi cuarenta años en los medios.

“Yo soy un defensor de la historia, pero cuando queremos vivir del pasado, eso ya no es sano”, declaró además Beingolea, como si estuviera dando el mejor consejo de su vida. Y remató: “la historia es importante para aprender de ella y proyectarnos al futuro”.

Señor Beingolea, ¿a quién pretende engañar?

Revisar, corregir o debatir hechos históricos no equivale a “vivir del pasado”, sino a entenderlo con precisión para que el presente sea coherente con sus raíces. Negarse a revisar una falsedad histórica bajo el pretexto de “no vivir del pasado” es, en realidad, perpetuar el error.

Esto, pues, no se trata de vivir del pasado, sino de no vivir en la mentira.

Debemos repetirlo: con esas palabras usted no hace más que defender la incapacidad e informalidad de la FPF, a la que —según entendíamos— tanto criticó en el pasado.

“La historia es importante para aprender de ella y proyectarnos al futuro.” Perfecto en teoría, pero incoherente con su primera afirmación.

¿Cómo aprender del pasado si se lo desestima cuando resulta incómodo?

¿Cómo proyectarse al futuro si los cimientos —los registros históricos— están torcidos o manipulados?

Si la historia sirve para aprender, también debe servir para corregir; no solo para decorar discursos o acomodarlos según convenga.

Señor Beingolea, nadie aquí pretende “vivir del pasado”. Lo que se busca —y se ha buscado siempre— es no aceptar pasivamente una versión falseada de la historia. Revisar los hechos, contrastar fuentes y exigir coherencia no es nostalgia ni obsesión: es rigor. Rigor, justamente, aquello que —erróneamente, al parecer— creímos que usted había cultivado durante su larga trayectoria.

Decir que hablar de 1934 es “vivir del pasado” equivale a sostener que un historiador no debe revisar archivos, que un juez no debe reabrir casos antiguos o que un periodista no debe investigar más allá de lo que tiene frente a las narices.

La historia se honra atendiendo sus verdades pendientes, no con discursos falaces disfrazados de consejos (que, por cierto, nadie pidió).

Finalmente, Beingolea sostiene que “los estudiosos más importantes que dicen que el título es de la ‘U’ son hinchas de la ‘U’, y los que dicen que es de Alianza, son hinchas de Alianza (…) Es un tema de hinchas.” A ver…

Los estudiosos de Alianza Lima afirman que el título de 1934 pertenece a su club, sí, pero no por hinchaje: la contundente posición aliancista se basa en documentos resolutivos oficiales —actas y resoluciones de la Liga de Lima y de la propia Federación Peruana de Fútbol—. Y estos documentos, que además son cercanos a la época en la que ocurrieron los hechos de estudio, no son hallazgos aislados, sino absolutamente concatenables y coherentes entre sí. Lo cual, desde luego, refuerza la verdad y la hace irrebatible, obligando a la parcialidad contraria a caer en la suposición, si no, en el invento.

Y hablando de aquellos, los llamados “estudiosos” que defienden el supuesto título crema, se apoyan en libros relativamente recientes, sin rigor científico, citas parciales y teorías que no resisten análisis lógico o contraste documental alguno. Y no podría ser de otra manera, pues, léase bien, no existe un solo documento oficial resolutivo que respalde sus posturas y entelequias. Ni uno solo.

¿Es posible, entonces, equiparar a un grupo con otro? Definitivamente no. Porque no todo debate tiene dos verdades equivalentes: una puede basarse en pruebas y método, la otra en simples relatos. Y cuando se pone al mismo nivel la evidencia y el cuento, se deja de hacer historia para empezar a hacer propaganda.

Quién lo diría, señor Beingolea. Tantos años hablándonos de memoria, rigor y verdad, para descubrir que, en el fondo, lo suyo era solo una careta. O a lo mucho una etapa.

Decir que el campeonato de 1934 “ya no importa” no es más que una forma cómoda —y ciertamente cobarde— de tomar partido por una mentira histórica.

Tal vez para usted sea más fácil olvidar que investigar, más rentable opinar que corregir, más cómodo jugar al sabio que hacer verdadero periodismo.

Pero mientras usted se desentiende del pasado, ese pasado sigue ahí: los documentos se conservan, las resoluciones no caducan y la verdad —esa vieja terca— sigue en el mismo sitio donde usted la dejó la última vez que la defendió, antes de cambiarla por vistas e interacciones.

Beingolea y la última decadencia | Una respuesta sobre el campeonato de 1934 Beingolea y la última decadencia | Una respuesta sobre el campeonato de 1934 Reviewed by Bencho Ravelo on noviembre 13, 2025 Rating: 5

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