Un certero trazo de la realidad de nuestras canteras
Por Adhemir Fanárraga:
Mi amigo juega en la Categoría 2001 del Club Alianza Lima, viaja los días lunes y miércoles desde Chosica hasta Matute y los días martes y jueves hasta Villa El Salvador para entrenar. Como sus compañeros, no recibe dinero para movilidades, tampoco lo recibe cuando acude a los partidos que disputa por la Copa Federación. El año pasado jugó a préstamo en el equipo fundado por la empresa Backus, le propusieron quedarse, prometiendo -al menos- “cubrir sus pasajes”, pero él es blanquiazul de corazón y prefirió regresar en el club de sus amores.
No obstante, si bien hay obstáculos que pueden ser superados por el esfuerzo de las familias de cada uno de nuestros futbolistas o la colaboración de algunos hinchas, como antaño lo hacían los miembros de la Asociación Barra Aliancista (A.B.A.) en materia de alimentación, existen problemas que urgen de respuestas institucionales de gran envergadura.
Jodió constatarlo y mucho más escribirlo, pero mientras nuestro eterno rival cuenta con una villa deportiva que comprende salida a la playa para los trabajos de pretemporada y 11 campos de césped natural para la práctica del fútbol, dándose el lujo de tener dos equipos compitiendo en los torneos de menores de la FPF (U y U de América), y el Esther Grande de Bentín, una institución novel en materia de trabajo con menores, ya ha proyectado la construcción de su Centro de Alto Rendimiento Deportivo; Alianza Lima hace entrenar a sus categorías menores en el maltratado césped artificial de la cancha auxiliar de Matute o en los descuidados campos del Parque Zonal Huayna Cápac, escenarios en los que en muchas ocasiones solo pueden usar la mitad o la cuarta parte de un campo oficial por la cantidad de planteles que coinciden en el mismo lugar, y recibe a sus rivales en el Estadio de Pro, donde pierde contacto con sus raíces culturales y, en la práctica, la condición de equipo local.
Resulta denigrante que un club centenario y que ha recibido gran cantidad de dinero por concepto de transferencias en las últimas décadas no tenga campo propio para sus Divisiones Menores y exponga a los niños, adolescentes y jóvenes que las integran a entrenar en un campo sintético que, para colmo de males, se alquila todos los días y hasta altas horas de la noche para la práctica del fulbito.
A pesar de lo expuesto, si Alianza Lima sigue compitiendo de igual a igual con instituciones que de verdad invierten en formación de menores es por la enorme calidad de nuestros futbolistas. Ellos, más allá del olvido de los dirigentes y de la absoluta indiferencia de aquellos hinchas que se llenan la boca pidiendo grandes resultados (Copa Libertadores incluida) pero que no mueven un dedo para cambiar nuestra difícil situación, defienden la gloriosa blanquiazul con la dignidad que les falta a muchos futbolistas del plantel profesional y por eso merecen mejores condiciones para el desarrollo de sus capacidades futbolísticas.
No (solo) se puede vivir del amor.
Por Adhemir Fanárraga:
Mi amigo juega en la Categoría 2001 del Club Alianza Lima, viaja los días lunes y miércoles desde Chosica hasta Matute y los días martes y jueves hasta Villa El Salvador para entrenar. Como sus compañeros, no recibe dinero para movilidades, tampoco lo recibe cuando acude a los partidos que disputa por la Copa Federación. El año pasado jugó a préstamo en el equipo fundado por la empresa Backus, le propusieron quedarse, prometiendo -al menos- “cubrir sus pasajes”, pero él es blanquiazul de corazón y prefirió regresar en el club de sus amores.
No obstante, si bien hay obstáculos que pueden ser superados por el esfuerzo de las familias de cada uno de nuestros futbolistas o la colaboración de algunos hinchas, como antaño lo hacían los miembros de la Asociación Barra Aliancista (A.B.A.) en materia de alimentación, existen problemas que urgen de respuestas institucionales de gran envergadura.
Jodió constatarlo y mucho más escribirlo, pero mientras nuestro eterno rival cuenta con una villa deportiva que comprende salida a la playa para los trabajos de pretemporada y 11 campos de césped natural para la práctica del fútbol, dándose el lujo de tener dos equipos compitiendo en los torneos de menores de la FPF (U y U de América), y el Esther Grande de Bentín, una institución novel en materia de trabajo con menores, ya ha proyectado la construcción de su Centro de Alto Rendimiento Deportivo; Alianza Lima hace entrenar a sus categorías menores en el maltratado césped artificial de la cancha auxiliar de Matute o en los descuidados campos del Parque Zonal Huayna Cápac, escenarios en los que en muchas ocasiones solo pueden usar la mitad o la cuarta parte de un campo oficial por la cantidad de planteles que coinciden en el mismo lugar, y recibe a sus rivales en el Estadio de Pro, donde pierde contacto con sus raíces culturales y, en la práctica, la condición de equipo local.
Resulta denigrante que un club centenario y que ha recibido gran cantidad de dinero por concepto de transferencias en las últimas décadas no tenga campo propio para sus Divisiones Menores y exponga a los niños, adolescentes y jóvenes que las integran a entrenar en un campo sintético que, para colmo de males, se alquila todos los días y hasta altas horas de la noche para la práctica del fulbito.
A pesar de lo expuesto, si Alianza Lima sigue compitiendo de igual a igual con instituciones que de verdad invierten en formación de menores es por la enorme calidad de nuestros futbolistas. Ellos, más allá del olvido de los dirigentes y de la absoluta indiferencia de aquellos hinchas que se llenan la boca pidiendo grandes resultados (Copa Libertadores incluida) pero que no mueven un dedo para cambiar nuestra difícil situación, defienden la gloriosa blanquiazul con la dignidad que les falta a muchos futbolistas del plantel profesional y por eso merecen mejores condiciones para el desarrollo de sus capacidades futbolísticas.
No (solo) se puede vivir del amor.
Divisiones Menores: No (solo) se puede vivir del amor
Reviewed by Blog Íntimo
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mayo 26, 2016
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