Un tema que está generando bastante revuelo en redes es la posible llegada de José Paolo Guerrero Gonzáles, canterano aliancista de 40 años recién cumplidos, y cuya reputación deportiva no necesita de mayores descripciones —sus números y logros ya lo hacen muy bien—. Gran parte de los hinchas blanquiazules lo quieren de vuelta, pero muchos otros no. Lamentablemente para el primer grupo, recientemente el 'Depredador', que en la actualidad es agente libre, confirmó que Alianza Lima no se le ha acercado de manera formal, por lo que su vuelta a La Victoria es, al menos por ahora, muy poco probable.
Al respecto, aquí la opinión del fundador y director de El Blog Íntimo:
Escribe: Rubén Ravelo (@RuBenchoRavelo)
Andina. |
La llegada de Paolo Guerrero se hace difícil porque, en el momento en que el club lo necesitó —2021 y 2022—, él optó por quedarse jugando en el extranjero. Decisión que, aunque muchos cuestionaron —sobre todo por su edad—, resultó siendo la mejor para su carrera. Quizá ahora él, ya campeón de la Sudamericana, sienta que su ciclo en la alta competencia terminó y que está listo para emprender un sano retiro en el club de sus amores, pero se ha encontrado con un Alianza Lima en proceso de reestructuración prácticamente a todo nivel. Un proceso en el que, además, se está eligiendo con sumo cuidado a los líderes del proyecto, tanto desde el campo como en las oficinas. Ahí es donde entra a tallar la confianza en quienes llegaron cuando el club estaba en llamas y tomaron con hidalguía el fierro caliente que era Alianza en esos duros momentos: en ese contexto, el primer equipo ya tiene un líder, y ese es Hernán Barcos.
Y no es fácil decirlo así, pero el lugar que el 'Depredador' no miró ni de reojo cuando aún no se sabía si Alianza iba a jugar Liga 1 o Liga 2, y posteriormente en su búsqueda del bicampeonato, lo ocupó —y seguramente sin imaginárselo de esa forma— el 'Pirata'. Y bajo ese liderazgo, Alianza ha encontrado una referencia y catalizador importante que, a pesar del reciente sacudón de haber perdido la final de la Liga 1 2023 ante Universitario, se ha mantenido con firmeza para afrontar lo que venga, y ojo: no solo como jugador.
Es muy probable que Alianza Lima tenga un plan a futuro con Hernán Barcos. Que el argentino, recientemente nacionalizado peruano, se retire de las canchas en uno o dos años, y luego pase a ocupar otros puestos dentro del club, sean operativos o administrativos. Guerrero significaría, en el peor de los casos, un alto riesgo para la estabilidad de ese plan. Más aún conociendo de antemano su carácter movedizo e inflamable, algo que lo diferencia, por ejemplo, de Jefferson Farfán, que al regresar asumió un rol de reparto con gran madurez.
Libero. |
A mí, al igual que a muchos de ustedes, me habría encantado que se cumpla aquel sueño de la dupla Farfán/Guerrero retirándose del fútbol con honores en el club del que son hinchas, quizá alzando un título nacional o, por qué no, uno internacional. Lamentablemente ese sueño se desdibujó cuando Guerrero, y en todo su derecho, decidió no venir a la siempre deleznable liga peruana. Hoy, con Farfán ya retirado de facto, parece ser muy tarde para cumplir el sueño. Y me temo que ningún partido homenaje podría llenar ese vacío.
De llegar, ¿Guerrero podría aportar? ¡Por supuesto! Su calidad futbolística es infinita. Además, en competencias superiores a la nuestra ha demostrado que aún tiene el aplomo y resistencia necesarios. La pregunta es: ¿estaría él dispuesto a asumir un rol secundario, como lo hizo, en su momento, la 'Foquita'?
Ojalá esta duda se pueda resolver en un face to face entre el club y Guerrero. Porque, valgan verdades, a pesar de que entiendo que el club no identifique una razón para contratarlo, Guerrero sigue siendo un embajador internacional de Alianza Lima. Una imagen que, por cierto, el propio club ha usado —y más de una vez— para autopromocionarse, con los réditos de toda clase que ello implica.
Y que no se mal entienda: no creo que se le deba explicaciones y mucho menos un contrato, pero sí al menos la oportunidad de sentarse a conversar y ver qué se puede hacer. Reforzando además la necesaria buena relación que existe —y debe seguir existiendo— entre el club y el jugador.
La evolución institucional de Alianza Lima debe también contemplar ese detalle: intentar siempre, pero siempre, que ningún jugador o exjugador identificado se quede resentido con el club. Una muy buena dosis de inteligencia diplomática podría llevar este caso a un puerto donde todos puedan desembarcar ilesos. Ojalá así sea.
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