Escrita por: Basha Tony Tafur Ochoa
Concurso: Pasión Crónica
Alianza Lima, tras la victoria contra Melgar por la mínima diferencia (1-0), cotejo en el que interpretó a una máquina a medio motor por algunas lesiones, no solo sigue corrigiendo la temporada crepuscular del año previo sino que también sigue reeducando sutilmente a los criticologos que esperaban impacientes otro mal paso. Así, como un equipo predestinado a ser un ejemplo de grandeza, un documento histórico de superación, el cuadro de La Victoria, bloque en su versión 2021 de jóvenes y veteranos muy identificados con la camiseta, ha sumado 17 partidos sin perder, es puntero de la fase 2 de la Liga 1, clasificó a la Copa Libertadores 2022 y es justo titular de una hinchada, masiva como su antología de hazañas, que nunca perdió la confianza ni el don de la incondicionalidad.
Primer tiempo:
El primer tiempo, que tuvo bastante parsimonia, como si fuera un partido amistoso o dos boxeadores que se estudiaban con demasiado cuidado, tuvo varias secuencias marcadas. Una de ellas, por ejemplo, es la de Osling Mora, que una vez más desequilibró por su banda y trató de no exagerar en el número de amagues. Lamentablemente, ningún intento tuvo un desenlace favorable por la falta de contundencia en la última línea, donde Hernán Barcos estaba poco intuitivo y Aldair Rodríguez, con su oficio de aguantador o elemento distractor, pudo poco o nada por una lesión que acarreaba y que lo obligó a ser cambiado por Wilmer Aguirre en el minuto 34. En esa misma transición, salió sentido Edgar Benítez y entró Oswaldo Valenzuela, que rápidamente al minuto 41 recibió su primera tarjeta amarilla, una prematura marca que después le jugó en contra. Este fue quizá uno de los tiempos más bajos de Alianza Lima en el campeonato. La primera llegada de peligro fue en el minuto 40. Un disparo desde fuera del área del ‘Zorrito’ rozó el arco de Carlos Cáceda, quien hasta ese momento era un simple espectador. Caso contrario pasó bajo los tres palos de Ángelo Campos. El arquero tuvo que frenar una que otra arremetida del cuadro arequipeño. En esta zona, fue determinante, a pesar de que en una jugada la pelota le pasó entre las piernas, Pablo Míguez, que se ha consolidado como una barrera y un referente emocional, igual que el ‘Pirata’; o ‘El último romántico’: su actividad tanto digital como en la cancha lo delatan. Otros valores atrás fueron Yordi Vilchez y Carlos Montoya, potrillos que arrancaron no solo para ayudar a completar la bolsa de minutos, figura espectral que le respira el hombro al puntaje definitivo, sino porque también vienen de menos a más y porque —algo que se olvidó un poco— parte del patrimonio del equipo de La Victoria es tener una cantera con bastante experiencia. Tal vez lo más eufórico se vivió en la tribuna. Una hincha de Melgar, no tan imaginativa y aparentemente de la administración, trataba de motivar —o despertar— a sus jugadores con las mismas arengas.
Segundo tiempo:
El segundo tiempo, tanto en forma como en contenido, fue un calco. Alianza Lima, que tenía una tendencia arrítimica de filtrar sus desbordes hasta el último tramo, jugaba como si estuviera condicionado o como si le generara anticuerpos estrenar el arco de Caceda. Melgar, aprovechando este marco de dudas, siguió la marea de disparos —aunque la mayoría débiles, sin ponernos los pelos de punta— contra la valla de Campos, quien siguió concentrado y respaldado por la defensa, sobre todo por Miguez. El partido para el cuadro de Bustos entró en un bucle cuando en el minuto 9 (o 54) Valenzuela cometió una falta innecesaria en la mitad de la cancha: segunda amarilla y, en consecuencia, tarjeta roja. Minutos de suspenso en la banca y en los hinchas. Solo minutos. Lejos de caer en el desánimo y en la falsa certeza de la matemática (la gran mentira de que 10 contra 11 es desventaja), el equipo supo sostenerse, reordenarse y, fruto de esto, adelantarse en el marcador. En el minuto 20 (o 65), después de un saque de manos y un póker de cabezazos, tanto de despeje como de ataque, Jairo Concha, con apoyo de Barcos, recuperó la esférica afuera del área contraria y de un derechazo marcó el 1-0. Despertó al arquero del equipo yaraví, pero no por mucho tiempo, porque los minutos posteriores el encuentro volvió a su condición natural: Alianza Lima tratando de aproximarse y aguantando, mientras que Melgar hallando uno que otro atajo más por fuerza que por juego colectivo. La entrada de Kevin Quevedo le puso más ritmo a la nómina de Nestor Lorenzo, pero no fue suficiente. También ingresaron Jefferson Farfán y Axel Moyano. El primero, respectivamente, trató de crear una sociedad con Wilmer Aguirre, pero este, por cansancio o estrategia, fue cambiado por Arley Rodríguez. Tanto Arley como Farfán fueron, cuando la jugada lo ameritaba, contragolpe o respiro. En el caso de Moyano, héroe del clásico contra los compadres, aún le falta pulir a la hora de triangular. Bustos, en algunas ocasiones, le tuvo que recordar que puede soltar el balón más rápido. Y así llegó el pitazo final: una victoria significativa, pero con poca fluidez.
La figura:
En un partido con un equipo que atacó bastante, pero sin tanta amenaza, y el otro que llegó poco, pero, al menos, con una secuencia de efectividad, es difícil escoger a la figura. El denominativo puede recaer en el jugador que hizo la diferencia en un cotejo casi equilibrado. En ese caso, escojo a Jairo Concha, que no solo pescó una dividida entre varios rojinegros, supo ubicarse y clavar el balón en un ángulo inatajable, sino que rompió el cero cuando hasta seguramente la hincha arequipeña en la tribuna vaticinaba un intercambio de puntos. Aunque puedo agregar en el mismo estrado a Pablo Míguez. Su intervención defensiva justifica la estadística: el cuadro blanquiazul es el que menos goles ha recibido en el torneo. Claro que el oficio no es solo de él. Atrás hay una línea con varios nombres y hasta un arquero que, a veces, puedes hacernos creer que atajar es fácil. A veces.
Apreciaciones finales:
La modalidad de la victoria contra Melgar no puede convertirse en un hábito. No jugaron mal, pero tampoco bien. Si bien es cierto hubo un expulsado y varios cambios en la oncena oficial por lesiones —incluso hubo un cambio para el cambio (el caso del ‘Zorrito’ Aguirre)—, el equipo debe mentalizar y materializar la urgencia de la profundidad: el último cuarto de cancha no puede ser tierra infértil para los jugadores, deben sintonizar con Barcos y aprovechar las asistencias, no deben acostumbrarse a los simulacros. Aterrizando, uno no espera necesariamente goleadas al final de los encuentros —aunque el subconsciente sí—, pero al menos que el margen de error se reduzca a las jugadas que realmente tienen posibilidades de frustarse. Esta escala intermedia no solo pone en duda el desenvolvimiento —que es una forma agresiva de verlo, en realidad sí han tenido brillantez en varios partidos, aunque inusualmente en los primeros tiempos— sino que ayuda a los contrincantes a no hacer mucha lectura en la antesala, nos convierte en un viejo conocido y esa semblanza es contraproducente cuando enfrentamos a grandes (en el extranjero). Los factores-sorpresa no pueden ser una jugada aislada o los últimos 20 minutos con Farfán. El primer tiempo me recordó al que tuvo la selección peruana con Ecuador en la última Copa América. Gareca pudo recomponer, pero la historia al inicio pudo ser distinta. El pudo ser no puede ser, valga la redundancia, la premisa.
Próxima cita:
Choque con objetivos distintos. Este sábado 25 de septiembre, Alianza Lima enfrentará a Alianza Atlético. El cuadro de Bustos buscará los tres puntos para no poner en peligro la obtención de la fase 2 de la Liga 1. Mientras que el equipo de Sullana tratará de hacer lo mismo, pero para evitar complicarse con el descenso. El partido arranca a las 3.30 p.m. y se jugará en el estadio Iván Elías Moreno, en Villa el Salvador. Después de este cotejo, quedan cuatro finales más. En estas, el equipo blanquiazul, como cada octubre, saldrá al campo con la camiseta morada, ritual futbolístico y único en el mundo.
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