Alianza Lima 1 - Deportivo Municipal 0
Escribe: David Amez (@davidamez93)
Pido perdón de antemano, amigos. Perdón por no llevar esta crónica con la usual serenidad para los análisis o el esquema habitual, por no detenerme en el penal que nos perdonaron ni en el mediano rendimiento del equipo ni en el sufrimiento para sumar de a tres ante un rival que venía de caer goleado ni en las inseguridades de nuestro arquero. Las siguientes líneas no vienen de parte de David Amez, 27 años, bachiller en periodismo, cínico, desencantado de la vida.
Aquel David fue desapareciendo poco a poco durante la mañana, mientras veía la previa de un partido no definitorio con una expectativa que no sentía desde muchos años atrás en una jornada cualquiera. Porque aunque, en el papel, en el registro oficial del partido, este solo consistiera en una fecha más de la primera fase, para la prensa, para la comunidad futbolera de este país, todo se paralizaba.
Volvía, tras 17 años, un jugador que dejó Matute como una joven promesa, rompiéndola y dejándonos con dos títulos "y medio", como goleador blanquiazul en un Apertura 2004 que ya se ve muy lejano, que sucedió mientras muchos jóvenes aliancistas de la actualidad estaban naciendo recién, o apenas estaban pronunciando sus primeras palabras.
Entonces, ante esta hermosa regresión hacia el pasado, los 27 años de edad de este humilde redactor fueron fundiéndose con un espíritu mucho más juvenil; infantil, prácticamente, porque Jefferson Agustín Farfán Guadalupe, campeón en Países Bajos, en Alemania, en los Emiratos Árabes, en Rusia, goleador de la selección peruana en eliminatorias, portaba por fin en su pecho el escudo de su amado Alianza Lima, una vez más.
Fue así como hoy, 6 de abril de 2021, el silencio de mi calle se vio perturbado por un fuerte grito del pasado, por el desahogo de un mocoso de 10 años que vio a su primer ídolo partir a Europa durante un lejano Apertura 2004, con orgullo por lo que esto representaba para su club, pero también con pena de no poder volver a gritar sus goles con la camiseta de la que este mismo futbolista le hizo enamorarse.
El niño creyó que se trataba de algo cíclico, que cada par de años se volvería a dar, que los cracks se repetían como las estaciones del año y otro vendría a tomar su lugar. Pero nunca hubo alguno igual en adelante. Ni Manco ni Hurtado ni Carrillo ni Yordy. Ninguno lograría ese círculo virtuoso: sales de la cantera, la rompes, campeonas, dejas un trofeo, te vas a Europa, nos enorgulleces, haces historia con la selección, regresas a casa, volvemos a gritar tus goles.
Muchas cosas pasaron en estos 17 años aprendiendo a ser aliancista: celebré títulos, sufrí sequías, gocé de grandes partidos, me amargué con campeonatos perdidos, vi a mi selección triunfar con actuaciones blanquiazules, me angustié con posibles descensos, y lloré por uno que creí consumado. Supe vivir también la expectativa del posible retorno de otro crack del pasado, pero que, tras varios amagues, prefirió no dejar su vida europea.
El mencionado chiquillo vivió 17 años que le habían dejado alegrías y penas, pero sobre todo muchas lecciones y algunas cicatrices. La vida no es como el cine. Es impredecible. No contiene guiones épicos ni historias gloriosas para todos, con una luz al final del túnel tras algún periodo difícil para sus protagonistas o su reparto en general. Lo que esperas que ocurra, generalmente no pasará, pero a veces, solo a veces, algunos personajes parecen estar predestinados a cerrar sus arcos, a regalarnos esa foto, esa imagen satisfactoria que todos esperábamos de él.
Así se sintió, y permítanme exagerar esta vez. Denme permiso de omitir los matices en el rendimiento de este Alianza. Excúsenme por no resaltar que el triunfo no fue del todo limpio y que un error arbitral nos favoreció como pocas veces en épocas actuales. Concédanme la licencia de dejar el análisis más en frío de este partido a mis compañeros de nuestro podcast, que seguramente lo harán a cabalidad, tal como dicta la línea de este medio aliancista.
Hoy no soy yo. Hoy solo quiero ver todas las fotos en las redes sociales y todas las repeticiones habidas y por haber de aquel cabezazo contra el arco de Melián. Quiero ver todos los noticieros deportivos del día como cuando estaba en primaria, enmarcar en mi cabeza este simbólico momento, este pequeño pedazo de historia para Alianza sin importar si no significa nada después, si nuestra estrella no termina brillando, si el equipo se desinfla y no termina peleando nada en este torneo.
Hoy solo quiero repetir esas imágenes una y otra vez mientras sostengo en mis manos esa camiseta bamba, talla 16, con el logo de Fila a la derecha y con el auspicio grande de Ambev Perú en el centro, más el número 25 en la espalda. Hoy solo hay lugar en mi mente para el niño que quiso ser futbolista y no lo logró, pero que se sintió representado en el abrazo que chicos como Miguel Cornejo y Oswaldo Valenzuela tuvieron con un veterano Jefferson Agustín Farfán Guadalupe tras su primer gol con Alianza en más de una década y media.
Arriba, Alianza y bienvenido de regreso, Jefferson. Tal vez logres hacer lo que la historia y tu carrera piden de ti con la camiseta que te vio surgir, o tal vez no, pero esas ilusiones o escepticismos pueden quedar para después. Hoy quiero irme a dormir con esta sonrisa, y ya mañana será otro día.
Próximo partido
Nos mediremos ante Sport Huancayo en la próxima fecha. Con jerarquía pero con humildad debemos mirar al frente para empezar a recuperar el tiempo perdido. ¡Arriba Alianza, siempre!
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